Para muchos, la novela de Luis Zapata, El vampiro de la colonia Roma (1979), es un texto clásico de la literatura gay mexicana. Para otros, es una obra valiosa, no por nada ganó el premio nacional de novela Grijalbo, uno de los más representativos de la época.
Sin embargo, más allá de ser una simple novela gay. Es una representación de la comunidad LGBTTTI, a través de Adonis García, un joven guapo, quizás un poco cínico, que gusta del sexo y hace de él su fuente de trabajo; es custodio fiel de la esquina de Niza y Reforma, donde espera cada noche a que llegue su primer cliente.
Decidí hablar sobre este libro por dos técnicas que usa Luis Zapata en esta obra, el llamado oralidad ficticia (a través del uso de una supuesta grabadora) y la ausencia de signos de ortografía.
Además, de que esta obra fue publicada en un momento clave, de una “apertura narrativa” hacia nuevas zonas de interés, en gran parte debida a los cambios operados en la sociedad mexicana. Los años setenta fueron un periodo de reconocimiento de nuevas formas de vida que posibilitó la aparición de la identidad gay en México.
Los artilugios
En la literatura hay diversas técnicas para contar (o de narrar) una historia, ya sea como a través de cartas, un manuscrito hallado, el relato escuchado de otros. O, en el caso de El vampiro de la colonia Roma, vemos el uso de la grabadora, donde Adonis cuenta sus aventuras en la calle, en los hoteles y en las casas a donde lo llevan, reflehando lo duro que es la vida.
A través de esta técnica, también llamada oralidad ficticia, Anodis García aparenta narrar su historia, su vida, al lector:
“¡Puta madre! ¿contarte mi vida? y ¿para qué? ¿a quién le puede interesar? Además yo tengo muy mala memoria; estoy seguro de que se me olvidaría un chingo de detalles importantes…”.
Para muchos críticos, este libro es el más revolucionario del siglo XX, tanto por su temática como por su estructura de largo monólogo, en donde se desvela el placer de vivir y habitar la ciudad de México.
No es el primero que utiliza esta técnica, ahí vemos el cuento de Rubem Fonseca, Pierrot de la caverna, en donde el protagonista graba los acontecimiento de su vida, a sabiendas de que nunca podrá escribir sobre ellos.
Es precisamente esta técnica utilizada por Zapata, que se basa en un hipotético reportaje registrado en una grabadora, en que en un intento por recrear la voz del narrador, la novela carece de signos de puntuación e infringe reglas gramaticales y ortográficas.
La ausencia de signos de ortografía se compensa con espacios en blanco, algunos cortos y otros largos; además, no es un lenguaje refinado, está escrito como aquel sujeto lo hubiera dicho.
Santiago Gorgas, en «La influencia de la grabadora en la literatura», nos refiere que este tipo de técnica permite al personaje hablar con la grabadora sin la influencia del lenguaje escrito, además de que <<el diálogo con la máquina le proporciona la posibilidad de racionalizar los acontecimientos y aliviar su conciencia>>.
<<La grabadora le brinda la posibilidad de una continuidad. No hay necesidad de alejarse de la realidad para describirla. Un cuestionamiento claro a la figura del intelectual frente al hombre de acción. La vida apremia y no otorga concesiones. La escritura puede postergarse. Lejos de los cuestionamientos morales…>>, dice Gorgas.
El vampiro, más allá de un homosexual

El vampiro de la Colonia Roma hace alusión al libro de Anne Rice, Entrevista con el Vampiro (1976); pues así como Rice rompe con los estereotipos de los no-muertos, Luis Zapata hace lo propio con las etiquetas de los homosexuales.
Ya no es el típico afeminado sino es un hombre como cualquier otro, con enfermedades, sueños, presiones, amor; el cual relata su vida por los círculos de su memoria, como escribiría Guillermo Fadanelli, “dentro de las atmósferas de la Ciudad de México, donde el destierro de la belleza se impone como una forma esencial de la misma belleza”.
Leer este libro es como mirar desde ese café del Sanborns, el del Ángel o el de Aguascalientes que visitaba Anodis en busca de placer, el transcurrir del mundo desde la distancia, sin importar lo que acontece frente a nuestros ojos, nadie lo verá de la misma manera.
Quizá sea una lectura irreverente, algunos más la llamarían obscena, pero es la autobiografía de un chico que se ha dedicado a la prostitución y que ha pasado la vida inmerso en el sexo y viviendo de él: “Discúlpeme, pero si vendiera cera, la tendría hasta en los zapatos, y si vendiera comida, tendría las manos llenas de mole.” (Sánchez Alberto, Sueños de piel caliente, p. 15.)
El vampiro de la colonia Roma es un libro criticado, también censurado, pero, al fin y al cabo, es una obra que abre camino a una corriente que muestra a la comunidad homosexual como es, ya no es un mundo denigrante, ahora es una cultura.